El arte del zapatero

He llevado a reparar unos zapatos que me proporcionaban una andadura muy especial. Son zapatos bajos, de corte masculino, con adornos de encaje muy femeninos. Hace cinco años que ando con ellos. La sorpresa ha sido dar con un zapatero joven, con gran sentido del oficio. Un taller pulcro, repleto de zapatos de todos los humores que esperan pacientemente en las estanterías su turno de reencarnación.

Pasadas un par de semanas vuelvo a por ellos.

-¿Están listos?, -le pregunto al joven -que hoy no lo parece tanto- mientras le entrego el carnet de identidad de los zapatos.

Cruza una puerta tras él y vuelve tirando de un par de correas.

-Aquí los tiene. Realizaron su tempotránsito con provecho. Ahora procure cuidarlos adecuadamente. Es muy probable que tengan descendencia, -dice el zapatero guiñando un ojo.

Su aspecto me sorprendió. Andaban solos, es más me empujaron hacía la calle animadamente no sin antes despedirse del zapatero haciéndome trastabillar.


nigella.

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